Parón
Desde la última vez que pasé por aquí, anunciando que retomaba la escritura, no había vuelto a escribir. Esto tiene varias causas. La principal es que se me acumuló trabajo y cuando me toca leer algún manuscrito (en esta ocasión dos bastante largos y en inglés) el seso se me concentra en una sola actividad. Por leer, no leo ni las lecturas de ocio que me ocupan la mayor parte del contenido del canal. Así que imaginad lo de escribir.
Es cierto que escribir una autoficción, al menos en mi caso, no me supone tanto gasto de recursos intelectuales. No tengo que estar focalizándome en la verosimilitud, en la profundidad de los personajes o en que la trama sea atractiva (bueno, quizá sí, pero no tanto). Pero aun así, había llegado a un punto en que me estaba entrando un miedo que no quería reconocer a no saber por dónde seguir. A no tener claras las decisiones narrativas que conducirían mi relato.

Desbloqueo
Por suerte, he conseguido esquivar el agobio, la ansiedad por no cumplir objetivos que yo mismo me he marcado. No me he culpabilizado por no cumplir el esquema mental que me había prefijado y no he sentido remordimientos por no continuar con la tarea autoasignada. Algo muy propio de estos días en que el neoliberalismo galopante incita a autoculpabilizarse por no obtener el éxito en los proyectos que uno acomete.
Y lo he conseguido porque llevo entrenándome en convencerme de que haré, con independencia de sus resultados, lo que quiera, como quiera y cuando quiera. Sin embargo, esto esta muy bien sobre papel (o pantalla), pero sigue pasando su peaje. Es imposible no esperar algo que esperas por más que intentes reducir los efectos activos de esa espera al máximo. Y, esta semana, pues, me ha entrado la bajona anímica.
Si se combina eso a lo de no saber por dónde tirar, ahí tienes el parón ya que una vez acabé el trabajo que me apartaba de escribir, todavía tuve que luchar con todas las sensaciónes bajoneras que tenía y desbloquear la inercia de no escribir.
Eso lo logré ayer y es un descanso.
Hoy continúo con el chute emocional de saber que es viernes y tener la perspectiva de un finde cojonudo por delante.
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