Corrección

octubre 5, 2023| Blog|9 Minutes

Comença el partit!!!

Una de las fases indispensables del proceso de publicación es la corrección. Esta sucede cuando el trato entre el editor y el autor se ha cerrado y se han cumplido lo que hayan pactado sobre la entrega de manuscrito. Es decir, hay veces que el editor se hace con los derechos cuando el texto no está escrito o cuando va por la mitad o, incluso cuando ya se ha hecho con los derechos, todavía faltaría que el editor le proponga cambios al autor relacionados con la trama, con personajes, si faltan o sobran escenas (bueno, ese es el trabajo que tendría que hacer un editor, pero esto está en peligro de extinción)…

La corrección, por tanto, se produce cuando se da por cerrado el texto, cuando el autor decide que aquello ya está listo para que no se lea solo en petit comité para que sea público (publicar, vamos). Se entrega entonces a un profesional de la corrección el archivo sin maquetar y se le da una primera corrección que será obligatoriamente ortográfica y opcionalmente, dependiendo del texto, de estilo.

Ortográficamente no creo que tenga más misterio. Por utilizar un término militar que lo describe a la perfección: peinar el texto (siempre me viene a la cabeza la imagen de la parodia de Star Wars, Star Balls en que dicen: hay que peinar el desierto y en la siguiente escena están los soldados haciéndolo literalmente con peines enormes). Es decir, cribar el texto para encontrar los errores ortográficos y gramaticales que siempre se encuentran.

Una corrección de estilo, en cambio, pone el foco en otras cosas como la sintaxis, la extensión de la frase, el uso correcto de términos o, incluso errores de traducción o errores de conocimiento del autor. Por poner un par de ejemplos de estos dos últimos. En una novela publicada por Anagrama de un autor en lengua inglesa, se mencionaba uno de los cayos de Florida y se le nombraba erróneamente. Se hablaba de Cayo hueso, el más occidental de esas islitas y el mas cercano a Cuba, utilizando la traducción del nombre en ingles, Key West, es decir, Cayo Oeste. Este error de traducción no fue subsanado por una corrección de estilo y se publicó así (con lo bonito que es el nombre en castellano en comparación con lo prosaico del inglés).

El otro ejemplo que quería mencionar y que también he visto en una novela tiene que ver con la poca rigurosidad o la falta de conocimiento del autor. Explico: novela cuya acción se desarrolla en el intervalo entre la 1a y 2a Guerra Mundial. Cuando los protagonistas se referían a la 1a GM lo hacía así: 1a Guerra Mundial, cuando todavía no había habido una segunda… ¿cómo sabían que habría dos? Pues no lo sabían igual que el autor no sabía que antes de la 2aGM a la 1aGM se la llamaba la Gran Guerra.

Tras esa primera corrección ortográfica y, opcionalmente de estilo, y tras enviar el texto con los cambios marcados al autor para que los acepte o no, se maqueta el texto. Entonces se vuelve a leer y a corregir, peinando de nuevo el texto y poniendo el foco también en cómo queda la maqueta. Que no haya viudas, que no haya huérfanas (tres o cuatro palabras sueltas al inicio de página o al final). Que no se acumulen los guiones en la última palabra de una frase, que no haya venas… En fin, que la mancha que produce en la página la caja, esté correcta. Y a la vez, acabar de cazar los errores ortográficos que queden… Y este proceso puede hacerse unas cuantas veces… se las llama primeras, segundas, terceras… etc. Y su conjunto, corrección ortotipográfica.

Tras esto se cierra el texto y, por ese lado, ya se podría enviar a impresión. Aun así, se cuelan errores y nunca se encontrará un texto que esté perfecto. Es más, cuantas más correcciones se le hagan a un texto más caro será… por lo que en muchas ocasiones este proceso no es así… En la editoriales de autopublicación por ejemplo, hacen una pasadica y tira. Así te sacan más cuartos…

Sacabó

Quien haya ido siguiendo un poco este blog sabrá que pretende ser un diario de escritura y publicación. Ha llegado el punto de desenredarse de la maraña de expectativas que supone el término publicación y acogerse a otro: autopublicación.

Me puse de término para recibir respuesta de las editoriales un lapso de 4 o 5 meses. Es el lapso que sospecho fehacientemente (no tengo pruebas pero tampoco dudas) que dura su evaluación y su respuesta. Positiva o negativa. Si hubiese recibido una respuesta negativa (el silencio ya vale como tal) no hubiese habido cambios en lo que cuento. Si hubiese sido positiva por el término autopublicación se hubiese quedado en un cajón.

El caso es que, al no recibir respuesta, he puesto a rodar  el proceso (algo que me ha pasado factura anímica en la reentré: no sabéis la pereza que me daba).

Para mis novelas anteriores la fase de corrección ha sido más de andar por casa. O la he hecho yo o la ha hecho algún colega que tiene conocimientos suficientes pero que no se ha dedicado de manera profesional a la corrección nunca.

Eso me ha acarreado algún problema. De hecho, con Máscaras recibí una valoración de un lector que le ponía dos estrellas porque aunque la historia era magnífica (sic), la gramática era una mierda. Me puse en contacto con él y me envió una lista de errores que me dejó francamente sorprendido. Había leído Máscaras y se me habían pasado… no soy corrector, aunque alguna vez, durante un año, ejercí de ello. Al César lo que es del César a los correctores lo que es de los correctores.

Después de aquello, tuve mucho más cuidado y conseguí reducir mucho los errores.

Ahora sin embargo, he querido contar con un trabajo profesional y he contratado a una empresa de servicios editoriales que se dedica a la corrección. Me han enviado un presupuesto que sobrepasaba mis expectativas de gastos, pero pensé, qué coño, esta sí. Les ayudo a ellos y la novela va a quedar fetén.

Además, tengo la suerte de contar con un canal directo con la correctora que me esta mandando dudas y con la que estoy en contacto cercano. Esto me está ayudando tanto a revisitar el texto como a ver más de cerca ese trabajo tan invisible (cuando está bien hecho) como es la corrección.

La verdad, me siento un privilegiado.

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